lunes, 30 de marzo de 2009

EraSE UnA VEZ.

Érase una vez, un reino muy, muy lejano y muy, muy feliz. Hasta que de pronto, un día, apareció un dragón volando. Cogió a la bella princesa, y sin que su escudero pudiera hacer nada para salvarla, se la llevó a su cueva. Lo primero que pensó el rey fue ir él mismo detrás de la princesa, pero se dio cuenta de que si el dragón se lo comía, nadie podría reinar, y sería un verdadero desastre. Entonces, buscó a los soldados de la guardia real, pero el rey se echó atrás, porque si el dragón los vencía, nadie podría proteger el reino. ''¡El cocinero real me ayudará!'', se dijo el rey, ''no, no, no… Tampoco él puede hacer nada por mí, porque si el dragón se lo come, no habrá nadie para cocinar en el reino, y todos, morirán de hambre''. ¿Y los bufones de la corte? Pero tampoco ellos podrían ayudarle, porque si el dragón los devoraba, nadie volvería a reír nunca en palacio… Y cuando más triste estaba el rey, pensando que nadie en todo el reino podría salvar a su hija, se abrió la puerta del palacio, y aparecieron la princesa y el dragón, de la mano, se habían hecho muy buenos amigos, y el rey se dio cuenta de que no hacía falta ningún héroe para matar al dragón, porque el dragón sólo buscaba alguien con quien hablar. Y desde ese día, el dragón vivió en palacio, y fueron felices, y comieron perdices… Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

No hay comentarios: